- febrero 4, 2019
La mayor tienda de muelles del mundo: en Atocha desde 1894
Los hay de todas clases, tamaños, grosores, colores y formas. Son redondos, ovalados, laminados, en espiral… Microscópicos y kilométricos. Tan ligeros como una pluma y tan pesados como toneladas. Adentrarse en el único comercio especializado en muelles, «no ya de España sino del mundo», es descubrir todo un universo. Es como sentirse en la tienda de varitas mágicas de Ollivander de Harry Potter. Y retroceder dos siglos atrás, hasta 1894 cuando el establecimiento abrió sus puertas en Madrid en la glorieta de San Bernardo. Después, Muelles Ros se mudó al número 19 de la Ronda de Atocha, hace más de 50 años, cuando por ahí pasaba el tranvía.
Los muelles que venden ahora, tanto a fábricas, negocios y particulares, han formado parte de obras que han sido expuestas en ARCO, de las estatuillas de los premios Goya, de efectos especiales en el séptimo arte, de algún artilugio de la Agencia Espacial y son imprescindibles para hacer trucos de magia. «Todo ello forma parte de nosotros, es un poco nuestro», explica Carlos Rodríguez, de 48 años, desde el otro lado del mostrador en el que lleva quince años atendiendo al público, ya sea de forma presencial o telefónica. Este delineante que dejó la construcción por el sector industrial, jamás imaginó que acabaría diseñando estos artilugios.
Incluso recuerda que fue cliente en sus años mozos de la tienda que ahora regenta junto a otro empleado, Carlos Higuera. «Vine con unos amigos a comprar una espiral para la tapa de un radiocasete que no cerraba», sonríe, bonachón. Recueda con pesar que el grafitero Muelle, Juan Carlos Argüello Garzo, pidió permiso al anterior encargado del negocio para dejar su santo y seña en la fachada. No lo obtuvo.
Entre los artilugios que venden a clientes, tanto españoles como extranjeros, los hay para todo tipo de maquinaria y aparatos mecánicos, tractores, hormigoneras, trenes, ascensores, atracciones de feria, armas de fuego, cerraduras (los más demandados por particulares y empresas), bolígrafos, relojes, incluso para el diseño de bisutería… En la entrada, tienen expuesto el muelle más voluminoso que fabricaron para una de las tuneladoras que horadó la M-30: pesa 200 kilos y cuesta 8.000 euros. Los más baratos, apenas unos céntimos
El minúsculo y centenario comercio está lleno a rebosar, se mire donde se mire, de estas piezas. En cajetines abiertos, cerrados, colgados de paredes, del techo… no en vano el local tiene más de 6.300 referencias (modelos) y acumula «billones, e incluso trillones de piezas», sostiene Rodríguez. Se mueve como pez en el agua en ese laberíntico «museo del muelle».
Tercera generación
Todos se elaboran en Barcelona, en la fábrica de la familia Boixadera Ros. «Luis levantó tres empresas, una para cada hijo. Todas cerraron salvo la de Juan, que murió en 2016; sus hijos, Jorgina y Joan son la tercera generación», explica el encargado.
«Esto es artesanía pura. El arranque de mi Vespa antigua se ha roto y con un muelle lo apaño. Ya no se fabrican recambios y si voy a un taller me cobran 200 euros; aquí lo arreglo por nada», explica Rubén, de 33 años». Conoció la tienda por foros de mecánica. «La crisis ha hecho que para algunos se acabe la cultura de usar y tirar», dice el joven, junto a Rodríguez.
Este se sorprende de la imaginación de la gente. «Algunos han hecho con los muelles taburetes, cebos para anillar buitres y no falta quien los usa como antironquidos, debe funcionar porque la misma señora ha repetido».
«Este negocio ha sobrevivido porque es único, hay fábricas pero no tiendas físicas y el producto siempre se demandará. Su carácter único en el mundo es la garantía de que pervivirá en el futuro», aventura Rodríguez.
Fuente: abc.es